La experimentación no debería de darnos impunidad de entregar obras de baja calidad dentro de los espacios de creación artística
Por Sofía Macedo
El Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) ofrece una variedad de opciones de carreras universitarias donde los y las estudiantes se encuentran en la ventaja de expandir sus conocimientos, áreas y habilidades para que, al momento de egresar, puedan laborar en diversos campos. Entre ellas, la licenciatura en Arte y Creación, que aún no ha llegado a los diez años de vida, ha evolucionado tanto en su ruta académica como la intervención docente a los y las estudiantes.
En un inicio la formación a los estudiantes se basaba en lineamientos básicos de teoría, estética y fundamentos técnicos para después construir la estética y/o forma de la obra. Pero la prioridad es establecer límites en el proceso creativo para garantizar la calidad y la coherencia de una obra. Sin embargo, no debemos limitar la capacidad del artista para explorar. Son dos conceptos profundamente distintos cuya línea delgada es fácil de confundir y difícil de cuidar. El buen manejo de una técnica y el mal manejo no deben interpretarse únicamente desde la intención, sino desde la comprensión. Es así como entendemos al concepto de experimentar como el crear desde una técnica ya dominada, y deficiencia de técnica como generar procesos experimentales sin saber manejar la técnica.
No se le prohíbe al artista crear; lo que se cuestiona es caer en los mismos estereotipos de “experimentación” sin una reflexión real y que aquel trabajo realizado sea presentado. Se deben cuidar los procesos, no para restringir, sino para sostener la calidad de las obras.
Es por eso que, en parte, agradezco la pieza de la artista Saioa Arangoa Altuna presentada en uno de los estudios abiertos de los primeros semestres de la carrera. Se trata de una fotografía de 15x20 cm, sin título, de un mercado de flores en México, y nos demuestra que no estamos ante una propuesta conceptual arriesgada, sino ante un mal manejo de herramientas como Adobe Photoshop, cámara, luz, materiales, técnica pictórica, etcétera. El fondo tiene una iluminación incorrecta: las luces y los colores no se sobreponen adecuadamente, cuando la ficha técnica afirma “sobreexposición”. Entonces surge la pregunta: ¿qué es aquello que “se ve correcto” en una obra y qué es aquello que definitivamente no funciona?
Esta pieza es un claro ejemplo de la tensión constante a la que nos enfrentamos en el arte contemporáneo: cómo darle libertad al artista para crear sin perder la calidad técnica; cómo producir una obra sin tener claridad sobre la estética que se busca o el discurso al que se adhiere. ¿Cómo podemos sostener la libertad creativa sin renunciar a la responsabilidad técnica y conceptual que implica hacer arte?
Aunque la pieza no abrió la conversación que probablemente el artista esperaba, al final logró su cometido como obra de arte: nos abrió y nutrió a una nueva conversación que no es común o habitual que leamos en el mundo del arte debido a que, como un territorio complejo, incluye mercado, crítica, análisis, institucionalidad y caminos de creación. Aun así, parece que el ámbito más conflictivo es precisamente el del respeto a la experimentación dentro del proceso creativo.

