Qué significa consumir el arte, qué límites seguimos obedeciendo y por qué a veces la curiosidad no basta para morder: preguntas que atraviesan la pieza y se quedan resonando en quien la observa. Entre la tentación del símbolo y la pulcritud del objeto, surge la tensión entre el deseo de transgredir y la costumbre de mirar desde la distancia. La obra abre un espacio donde estas dudas se despliegan, invitando a confrontar aquello que retenemos, aquello que anhelamos y aquello que todavía no nos atrevemos a probar.
Por Montserrat Covarrubias
El artista KAGS realiza la pieza en cerámica moldeable, aprovechando un material que permite crear volúmenes orgánicos y texturas naturales, dejando que su formato compacto invite al espectador a tener una contemplación cercana que refuerza la intimidad de la manzana y el acto de “morder”. Este fruto, que iconográficamente representa la tentación, el deseo y la curiosidad, nos acerca al pensamiento sobre los límites y las consecuencias de la curiosidad humana, que, al plantearnos que el arte se “consume” o se “degusta”, traza una guía entre la experiencia estética y la sensorial, donde mirar nos expone a la incomodidad y a la confrontación en la que se decide cruzar un límite, y se plantea que el espectador participe en esta transgresión, transformando la observación en un gesto simbólico de desobediencia o simplemente curiosidad.
Ahora bien, si observamos con detenimiento la pieza, es una escultura estéticamente atractiva, parece un boceto, algo sin terminar pero que a la vez es intencional, pero lo suficientemente cruda para llamar la atención sin defectos que no parecen intencionales, que hasta imagino que un coleccionista de arte tiene en “display”, pero ¿en verdad puede considerarse incómoda? Nosotros, como espectadores, ¿verdaderamente sentimos la necesidad de cruzar los límites y “etiquetas” que se tienen en el momento de ver una exposición? Porque la verdad yo no; veo una pieza bien realizada en su materialidad y con un concepto algo flojo pero con muchas oportunidades de acción, pero no puedo ver dónde queda este radicalismo moral y estético en el que entra esta curiosidad y ganas de “probar” este “fruto prohibido”. Sí puedo ubicar dónde el artista quiso demostrar esto al crear estas hendiduras simulando una mordida. Creo que, si el artista nos hubiera indicado o permitido a nosotros como público “intervenir”, quitando pedazos y “consumir” la pieza de alguna manera en la que se tuviera este impacto en las etiquetas sociales, quitándonos el miedo de “arruinar” una pieza de arte tan pulida, pudo haber causado esta reacción deseada. Que digo, en ningún lugar nos dice que no podemos hacer esto, y no pude tener acercamiento con el artista, ya que, al ser expuesta en un estudio abierto, uno pensaría que el artista estaría ahí para poder darnos algún discurso o simplemente decirnos sus motivaciones en la realización de su pieza, pero no tuve esta oportunidad.
Con todo esto, la pieza no es mala, tiene muy buen concepto; el cuestionarnos este conformismo a no hacer algo innovador por que puede que sea visto como prohibido es una movida creativa, pero flaquea en varias partes que, personalmente, no son tan graves. Se sostiene por sí sola, se entiende la alegoría a la religión y a lo prohibido, nos hace plantearnos este consumismo en el ámbito artístico y por qué es necesario cuestionarnos estos reglamentos que nos limitan a poder experimentar el arte de manera más profunda. En el mundo del arte contemporáneo, donde hay tanto de todo, tenemos esta invitación a cuestionarnos lo que consumimos, por qué conectamos o nos gusta, o por qué es estéticamente atractivo.
Esta pieza me movió muchas cosas, pero una de las principales es que fue realizada por un artista joven que está iniciando en la carrera de arte, y me hace recordar a la “yo” de los primeros semestres: Con expectativas y ambiciones enormes. Con las habilidades que tenía en ese momento, puede que no hayan sido lo que le habría gustado, pero siempre hay lugar para mejorar. Cuestionarnos lo que se nos ha enseñado es algo vital y más si estás experimentando, al no ser conformistas podemos descubrir caminos en los que nos sentimos inspirados y nos mueven para crear más. Quedo bastante satisfecha con esta pieza, es palpable la emoción de un artista joven cuyo gesto inicial revela tanto su habilidad como el deseo de abrir caminos aún por descubrir.
