Ir al contenido principal

El arte no existe, sino que existen los artistas

Este texto me pareció particularmente denso, de esos que requieren ser leídos con atención, desmenuzados y analizados a profundidad. Intentaré centrarme en aquello que más resonó conmigo.

Por Sumano Garibi, María Paula



LAS ESTRATEGIAS DE LA CRÍTICA DE ARTE

La crítica de arte. Historia, teoria y praxis (Anna Maria Guasch, coordinadora), Ediciones del Serbal, Barcelona, 2003, pp.211-245. https://annamariaguasch.com/es/Publicaciones/Las_estrategias_de_la_cr%C3%ADtica_de_arte



Para comenzar, creo que volvemos a la eterna pregunta que nos hacemos quienes, de una forma u otra, estamos inmersos en el mundo del arte: ¿qué es el arte? En alguna ocasión leí que el arte no existe, sino que existen los artistas, y creo que esa ha sido la respuesta más cercana a lo que he sentido como verdad.

Pienso que el arte no es más que un espejo de la humanidad: cambiante, indeciso, complejo y, sobre todo, diverso. Hemos construido todo un aparato, aparentemente sofisticado, para intentar comprenderlo, medirlo y clasificarlo, del mismo modo en que intentamos entendernos a nosotros mismos.

De las 36 páginas, lo que más resonó conmigo fue este pasaje:

“A la gente que busca una explicación racional de los hechos o una traducción de las intenciones del artista se le escapa la poesía y el misterio inherentes a la imagen. Sin duda perciben este misterio, pero quieren librarse de él; le tienen miedo. Al preguntar ‘¿qué significa esto?’ expresan el deseo de que todo sea explicable. Pero si uno no rechaza el misterio obtiene una respuesta diferente, pregunta otras cosas”.

Justo ayer pensaba en lo nerd que me siento, y al leer este párrafo todo cobró sentido, no solo en relación con el arte, sino con el mundo en general. Quienes estudiamos disciplinas ligadas a las humanidades , o al menos yo, pareciera que leemos, buscamos, investigamos incansablemente intentando responder siempre las mismas preguntas absurdas: ¿qué es la vida?, ¿qué estoy buscando?, ¿podré lograr lo que me propongo como mujer en un mundo dominado por hombres monstruosos?, ¿por qué hay tanta violencia? En fin, al final son siempre las mismas preguntas. Quizá lo único que debemos hacer es permitirnos habitar los puntos intermedios, la incomodidad del misterio.

Hemos desarrollado cientos de cánones para intentar explicarnos el mundo, y al final aceptamos que no son más que acuerdos arbitrarios, a los que nos aferramos más por la falsa sensación de estabilidad y consenso que proporcionan, que por su valor real.

A pesar de ello, hay un precepto del canon de Rainer Rochlitz que me resultó profundamente significativo: él afirma que lo importante no es decir que una obra es “bella” o que es “arte”, sino exponer las razones que justifican tales afirmaciones. Señala que, al habitar en la falta de criterios claros para distinguir entre arte y realidad, lo único que realmente queda es el culto al artista, a sus propósitos, a su teoría personal y a su actitud. Pero quizá así funciona esencialmente el mundo: gracias a consensos falsos sobre qué es relevante y por qué.

Rochlitz menciona que el criterio más importante para valorar una obra es la coherencia de visión, que supone “la unidad articulada de una visión, de una concepción, de un estilo, de un conjunto de metáforas literarias o pictóricas, o de un orden de sonidos y ritmos”. Este precepto llamó mi atención porque una vez más siento que nos pasamos la vida persiguiendo la dichosa coherencia de una forma u otra: en lo cotidiano, en la arquitectura, en las relaciones, en los estudios, en la forma en que nos vestimos, en todo.

Luego plantea que consideramos una obra incoherente o fallida cuando "presenta diversos estilos no integrados, cuando el artista adopta un estilo nuevo sin haberlo asimilado, cuando las formas no se ajustan al tema, o cuando la técnica no permite que el contenido se exprese con claridad". Exactamente como ocurre con los niños pequeños, o con cualquier persona que está aprendiendo algo nuevo. Esta afirmación la sentí como un golpe bajo, porque el mundo es todo menos coherente. ¿Qué significaría eso? ¿Que la humanidad en sí misma es una obra fracasada? ¿O quizá deberíamos simplemente empezar a habitarla en su incómodo misterio, en los aprendizajes a medias y en las preguntas sin respuesta? Tal vez debamos dejar que nos sorprenda, y dejar de exigirle coherencia.


Más

“Guerra cultural”, la controversia de Gallardo y la descalificación de la respuesta de la gente