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“Guerra cultural”, la controversia de Gallardo y la descalificación de la respuesta de la gente

La controversia de Gallardo y la descalificación de  la respuesta de la gente confirma el uso de la “guerra cultural” para evadir la responsabilidad de las partes involucradas. La discusión respecto a la ética de toda expresión cultural está plagada de términos como funa, cancelación, wokeismo, cultura de censura, que voltean la tortilla del poder institucional. Si bien sería ideal que las discusiones evitaran discursos reaccionarios y tajantes, es mucho más problemático que los grupos hegemónicos descalifiquen la respuesta de los grupos agraviados y les adjudiquen la capacidad absoluta de censurar y moldear los medios. Es absolutamente necesario que los artistas, opinólogos y productores de bienes culturales asuman la responsabilidad y el derecho de réplica de las personas.

Por Carranco Bretón, Fernando André



Link al material revisado (Artículo): 

  1. https://www.cuboblanco.org/revista/gallardo-wokismo 

  2. https://www.cuboblanco.org/revista/ana-gallardo





 “El conflicto entre grupos sociales y la lucha por la dominancia de sus valores, creencias y prácticas” (populismstudies.com). A esta tensión en específico se le denominó (en el contexto anglosajón) “culture war”. Es un fenómeno que se ha visibilizado en los últimos diez años, refiriendo a la lucha constante entre grupos políticos y activistas respecto a la corrección política. En muchos ámbitos se ha presentado: #metoo, eat the rich, gamergate y más recientemente, el revisionismo del conflicto (genocidio) Israel-Palestina. Con el #metoo se adaptó el término  “cancelación”. En aras de la exposición y las acusaciones a miembros de todos los gremios, en el entretenimiento, figuras violentas y problemáticas (por la presión mediática) fueron removidas de sus puestos en la televisión, el radio y el cine. Esto propició que las producciones fueran canceladas por las empresas (Aunque las acciones de las empresas siguieron una lógica de mercado más que un interés de mejorar las condiciones que las llevaron a ese punto). Lamentablemente la palabra “cancelación” ha sido usada hasta el cansancio por los artistas, comediantes y demás productores culturales cuando su trabajo genera controversia (aunque no se traduzca necesariamente en la pérdida de plataformas). La reacción más inmediata y ruidosa de los grupos marginados no refleja una posición de poder tangible en la estructura social. Sigue existiendo una hegemonía que oprime; por lo tanto la respuesta reaccionaria de las movilizaciones no debería ser vista de una manera condenatoria. 


Es una forma de victimizarse ante la respuesta negativa que genere tu trabajo. En este caso, Ana Gallardo y algunos comentaristas asumieron que la obra era pertinente; sin embargo la respuesta de los colectivos de trabajadores sexuales la pusieron en duda. La crítica de una obra que, lamentablemente cae en el extractivismo y la revictimización es llamada “trolleo” por medios ya consolidados, injustamente. A pesar de la remoción de la obra por la presión de los colectivos y la gente en redes sociales, no debería considerarse un acto censura por “los progres”  porque de entrada, los grupos que protestaron la obra no tienen un poder absoluto ni controlan a la institución. Es problema de la institución por querer lavarse las manos tras dar plataforma a una obra violenta. El MUAC falló desde un inicio al no dar una apertura al diálogo para las partes pertinentes.  


Contrario a lo que se esperaría de esta postura, la autocensura tampoco es una solución. Como artista y comediante, avalo la idea convenida de que se puede hablar de cualquier tema. No hay temas que no sean abordables, sólo hay perspectivas que requieren conciencia. Tienes que saber dónde estás parado, tienes que cuestionar la pertinencia de lo que estás diciendo y sobre todo, tienes que asumir que tu trabajo no está exento de crítica, que puede estar sesgado, que puede caer en discursos, problemáticos y violentos, y que la respuesta de la gente no es controlable. Son los riesgos de ser un productor de bienes culturales. Es absolutamente necesario asumir que va a ocurrir una conversación y que la conversación no va a ir como quieres.


La ideología es inherente al ser humano, lo que conlleva la construcción de parámetros morales. Dictar que algo está bien o mal es un ejercicio inevitable. Para la crítica, es un primer paso importante. Aunque no se debe limitar a este juicio inicial, este mismo es un punto de entrada a cualquier discusión, ya que detona una serie de cuestionamientos respecto al por qué estoy en desacuerdo, por qué me genera una sensación adversa y por qué pienso que está mal. El punto de la crítica es complejizar el análisis y ponerlo en tensión constante a través de discusiones para poder llegar a un consenso, o bien, generar nuevos ángulos de observación del arte. Es preciso ser honesto respecto a tu construcción ideológica y estar abierto a la contraposición de tus ideas.


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