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Cuando el arte se encuentra con la cruda realidad

Un cadáver exquisito llevado a un asilo expone algo que el arte suele olvidar: el público real también duele. La vida exquisita fue un acontecimiento que utilizó la dinámica del cadáver exquisito en un asilo para mujeres mayores. El proyecto puso sobre la mesa una pregunta importante: ¿qué pasa cuando el arte se encuentra con una realidad tan cruda?


Por Isabel Fernández Burgos


La vida exquisita fue un acontecimiento que combinó comida, preguntas y música en un asilo para mujeres llamado Asilo María Auxiliadora el 21 de noviembre de 2025 en Guadalajara. Este evento fue dividido en tres etapas: primero, la comida; después, que las mujeres llenaran un cuestionario con el cual, a partir de las respuestas de los residentes, se haría una composición musical. Finalmente, los artistas Fernando Carranco y Desireé Estrella, interpretaron una canción compuesta por ellos mismos y su compañero Jerónimo Arias. La intención principal del proyecto, según los artistas, era “enfrentar la soledad a través de un acto artístico que mezclara convivencia, palabra y música”.

El evento comenzó a la 1:30 pm cuando a las mujeres se les entregó una hoja que por un lado contenía el menú de lo que iban a servir (tamal rojo o dulce; café o canelita) y por el otro se encontraban varias preguntas. Estas preguntas eran necesarias para que la actividad funcionara, pero tenían un problema importante: eran extensas, estaban impresas en letra muy pequeña y no eran fáciles de leer para muchas de las señoras. Es importante tener en cuenta que, por la avanzada edad de estas mujeres, muchas tenían debilidad visual y/o auditiva. Desde el principio hubo que ayudarles a leer y a responder. El equipo se planeó para lograr el máximo número de participantes, lo que hizo que la actividad se alargara bastante. Yo logré ayudar a dos mujeres con las que, durante la comida, había tenido una conversación muy placentera, pero aún así no alcanzamos a ayudar a todas.




Después de recoger varias de las hojas con las respuestas, Jerónimo comenzó la segunda etapa: transcribir en acetatos las respuestas de las señoras. Mientras él colocaba cada fragmento sobre el proyector, Desireé las cantaba y Fernando acompañaba con la guitarra. La interpretación se volvió una especie de poesía colectiva hermosa y potente.

A pesar de todo, el suceso en sí salió perfectamente. Todo fluyó, y aunque las palabras no formaban una narrativa, juntas dieron un gran resultado que invitaban a la reflexión. ¿Cómo algo tan duro puede, de pronto, sonar tan hermoso? En la tercera y última etapa, Desireé y Fernando interpretaron una canción original que las mujeres disfrutaron. Ese cierre fue otro momento emotivo y sólido.

Desafortunadamente lo que sí me quedó claro en este proyecto fue que el público debe de ser bien estudiado: no tomar nada por seguro. Fue muy impactante ver lo que pasó en la interacción directa con las señoras (o por lo menos con las que yo tuve el placer de convivir). Al ayudarlas a responder las preguntas, las conversaciones se volvieron personales muy rápido. Hablar de la soledad, especialmente en un asilo donde varias personas ya no reciben visitas, están realmente solas en el mundo o incluso fueron abandonadas, fue duro. Ambas lloraron mientras me contaban que para ellas la comunidad era su familia y que en el asilo no tienen una comunidad y mucho menos una familia. Experimentar esa parte del evento te obliga a ver el suceso desde otro punto de vista.

Por esta razón, creo que las preguntas no fueron las más adecuadas para un público tan vulnerable. No porque estuvieran mal planteadas, sino porque pedían un nivel de intimidad demasiado profundo para un primer encuentro y para un grupo tan grande. Para invitar a alguien a hablar de su soledad, creo que es necesario construir antes un vínculo más sólido. A mi parecer, un proyecto que busque ese grado de apertura tendría que desarrollarse en múltiples sesiones y con un grupo mucho más reducido. Pienso que solo así puede existir la confianza suficiente para que la vulnerabilidad de ese ejercicio no se sienta tan fuerte emocionalmente. En un asilo, donde muchas de estas mujeres tienen historias muy sensibles, es necesario tener muy presente la responsabilidad ética.




Al final, aunque hubo cosas que no salieron como estaban pensadas, La vida exquisita logró crear un momento en el que el arte nos obligó a reflexionar, a recordar momentos con nostalgia pero poder gozar de nuestra vida a pesar de sus imperfecciones. Entre la música, las palabras de las señoras y todo lo que pasó sin planear, el suceso terminó generando algo humano, bonito y memorable.

Me quedó claro que el arte también debe adaptarse, de escuchar y de conectarse con quienes tiene enfrente. Y aunque en mi opinión, este proyecto podría funcionar mejor con algunos cambios, lo que se vivió ese día sí tuvo un impacto. Creo que las señoras lo disfrutaron y yo salí con una reflexión fuerte pero necesaria. 

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