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La evolución del taller que lleva a un estudio cerrado

El Estudio Abierto de este año, el cual involucró a los primeros dos semestres de la carrera de Arte y Creación, despierta dudas sobre el objetivo de un estudio abierto, sobre las muestras de los procesos de los artistas, y nos hace la pregunta: ¿la pieza final tiene más valor que el proceso?

Por María Paula Estrella

 

Este mes de noviembre, mis compañeros y yo en la licenciatura en Arte y Creación del ITESO visitamos el estudio abierto de los estudiantes de los primeros dos semestres. Las clases sobre las que presentaban eran Taller de Creación: Imagen (primer semestre) y Taller de Creación: Palabra y Sonido (segundo semestre). Y al ingresar al laboratorio del quinto piso, nos dimos cuenta de que no estábamos entrando en un Estudio Abierto, sino en una exposición de piezas finales.

Es importante que se destaque la diferencia entre una expo común y un estudio abierto; en la primera, el objetivo es que las piezas terminadas sean exhibidas y admiradas por el público; y en el segundo, se deben aclarar ciertas metas previas que tienen que ver con la socialización, ya sea entre los artistas y el público o los artistas con algún otro tipo de actor en la industria del arte, todo esto aparte de la exhibición. Por ejemplo, un estudio abierto llamado Ruta Circuito, que tuvo lugar en la ciudad de México, tuvo un objetivo claro desde el inicio: “Acercar al coleccionista a una relación más íntima con el artista, a visitar su estudio y conocer sus procesos para entender mejor su trabajo”.

Volviendo al caso del ITESO, se realizó un diálogo entre mis compañeros durante el cual muchos contamos nuestras experiencias con pasados ​​Estudios Abiertos donde participamos como creadores. Es aquí donde nos preguntamos por la falta de las muestras de procesos en este reciente estudio. Y por experiencia propia, puedo decir que, en mi momento de presentar, se me había dado la indicación de que mi proceso artístico debía estar al alcance del espectador para que éste pudiera hacer preguntas al respecto. En nuestro tiempo, por decirlo de alguna forma, lo que menos importaba era esa “pieza final”. Nosotros teníamos una meta muy clara de mostrar el camino para que la socialización entre artista y espectador floreciera en cuestiones del proceso.

Sin embargo, debemos admitir que ha pasado el tiempo, y que los cursos han cambiado desde que fue nuestro turno. Luego de haber observado el estudio abierto de los recién ingresados, nos dimos cuenta no sólo de que había pura pieza final expuesta, sino que también se notaba la ausencia de los creadores de estas piezas.

El pecado original del hombre, de Inés Solorio. Fotografía propia.


¿Cuál fue el objetivo de esta muestra de proyectos? Si tenemos presentes únicamente piezas terminadas y sus creadores no están para dialogar con nosotros, ¿sigue siendo un estudio abierto? Estamos hablando de los estudiantes que apenas se adentrarán al mundo de las exposiciones en general, y creo que sí es muy acertado comenzando por los estudios abiertos como primeros ejercicios de introducción. Pero lo que vimos se encuentra en un espacio liminal entre estudio abierto y expo común. Obras terminadas sin proceso que criticar, creadores ausentes y mochilas y bebidas a la vista no equivalen a algo concreto. Y esto es una pena, porque varios de nosotros admitimos que había piezas que destacaban por interesantes tanto en concepto como en materialidad, como El pecado original del hombre de Inés Solorio (arriba) o Después de la tormenta viene el Sol de Emiliano Bañuelos (abajo).

Lo más dañino del asunto es la formación de estos artistas en crecimiento. En nuestra muestra de obras, se nos enseña que el arte contemporáneo desafiaba lo tradicional y destaca las ideas por encima de los objetos finales. Al exponer nuestros procesos e investigaciones, mis compañeros y yo podemos seguir creciendo mientras cuidamos con extrema atención nuestro camino para llegar a piezas y objetos de exposición. En el caso de los estudiantes de primero y segundo semestre, este cuidado ya se empezó a perder para algunos. Al enseñarles que el objeto tiene más valor que el proceso, nos arriesgamos a que los siguientes artistas descuiden cómo llegan a presentar sus piezas.

Espero con sinceridad que, para los siguientes cursos y generaciones, se busque un equilibrio como nos han enseñado a nosotros. Es importante cuidar y profundizar los procesos que nos llevan a nuestras piezas finales, y no olvidarnos de los objetivos que tienen los estudios abiertos de la universidad: crear un diálogo entre artistas, público y maestros.

Después de la tormenta viene el Sol, de Emiliano Bañuelos. Fotografía propia.



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